lunes, 21 de julio de 2008
LAS ULTIMAS HORAS DE VIDA DEL TROVADOR CHILENO VICTOR JARA
NO PUDIERON DOBLEGARLO
LAS ÚLTIMAS HORAS DE VÍCTOR JARA
IMPRESIONANTE RELATO DEL ABOGADO BORIS NAVIA
El abogado Boris Navia fue una de las personas que estuvo en el Estadio Chile y fue testigo presencial del horrible crimen de Víctor Jara. Su impresionante relato ha dado la vuelta al mundo.
Este es el relato de su experiencia.
"¡A ese hijo de puta me lo traen para acá!," gritó el oficial apuntando con su dedo a Víctor Jara, quien junto a unos 600 profesores y estudiantes de la UTE (hoy USACH) ingresábamos con las manos en la nuca y a punta de bayoneta al Estadio Chile la tarde del miércoles 12 de septiembre de 1973.
El día antes, Víctor debía cantar en el acto que se realizaría en la UTE, donde el Presidente Allende anunciaría el llamado a plebiscito al pueblo de Chile. ¡A ese hijo de puta me lo traen para acá!, repitió un oficial con el rostro cubierto. "¡A ese huevón!... ¡a ése!". El milico lo empuja, sacándolo de la fila. "¡No me lo traten como señorita, carajo!".
Ante la orden, el soldado levanta el fusil y le da un feroz culatazo en la espalda de Víctor, que cae de bruces casi a los pies del oficial. "¡Che tu madre! Vos soy el Víctor Jara, huevón. El cantor marxista, el cantor de pura mierda!". Y su bota se descarga furibunda una, dos, tres, diez veces en el cuerpo, en el rostro de Víctor, quien trata de protegerse la cara con las manos; ese rostro que cada vez que lo levanta esboza una sonrisa, que nunca lo abandonó hasta su muerte. "Yo te enseñaré, hijo de puta, a cantar canciones chilenas, no comunistas!" El golpe de la bota sobre un cuerpo indefenso no se olvida jamás...
El oficial sigue implacable su castigo, enceguecido de odio, lo increpa y patea. La bota maldita se incrusta en la carne del cantor.
Nosotros, apuntados por los fusiles contemplamos con horror la tortura de nuestro querido trovador y pese a la orden de avanzar nos quedamos transidos frente al horror. Víctor yace en el suelo. Y no se queja. Ni pide clemencia. Sólo mira con su rostro campesino al torturador fascista. Este se desespera. Y de improviso desenfunda la pistola y pensamos con pavor que disparará sobre Víctor. Pero, ahora le golpea con el cañón del arma, una y otra vez. Grita e increpa.
Es histeria fascista.
Y, entonces, la sangre de Víctor comienza a empaparle su pelo, a cubrirle su frente, sus ojos...
Y la expresión de su rostro ensangrentado se nos quedó grabada para siempre en nuestras retinas...
El oficial se cansa del castigo y se detiene, mira a su alrededor y advierte los cientos de ojos testigos que lo observan con asombro y con ira. Se descompone y grita. "¿Qué pasa, huevones! ¡Que avancen estas mierdas! Y a este huevón -se dirige a un soldado- me lo pones en ese pasillo y al menor movimiento lo matas, ¡lo matas, entendiste, carajo!". De pronto un soldado tropieza en las graderías con el pie de un obrero viejo y "El Príncipe", que así se hacía llamar el oficial a cargo, desde lo alto de los reflectores que nos enceguecían le ordena que lo golpee y el soldado toma el fusil por su cañón y quiebra su culata en la cabeza del trabajador que se desangra hasta morir.
Víctor, herido, ensangrentado, permanece bajo custodia en uno de los pasillos del Estadio Chile. Sentado en el suelo de cemento con prohibición de moverse. Allí, en ese mismo Estadio que lo aclamó en una noche del año 69 cuando gana el Primer Festival de la Nueva Canción Chilena, con su "Plegaria de un Labrador". Allí es obligado a permanecer la noche del miércoles 12 y parte del jueves 13, sin ingerir alimento alguno, ni siquiera agua. Tiene varias costillas rotas, uno de sus ojos casi reventado, su cabeza y rostro ensangrentados y hematomas en todo su cuerpo. Y estando allí, es exhibido como trofeo por el Príncipe ante las delegaciones de oficiales de otras ramas castrenses, y cada uno de ellos hace escarnio del cantor.
La tarde del jueves se produce un revuelo en el Estadio. Llegan buses de la población La Legua. Se habla de enfrentamiento. Y bajan de los buses muchos presos, heridos y también muchos muertos.
A raíz de este revuelo, se olvidan un poco de Víctor. Los soldados fueron requeridos a la entrada del estadio. Entonces, aprovechamos de arrastrar a Víctor hasta las graderías.
Le damos agua. Le limpiamos el rostro. Eludiendo la vigilancia de los reflectores y las "punto 50", nos damos a la tarea de cambiar un poco el aspecto de Víctor. Queremos disfrazar su estampa conocida. Que pase a ser uno más entre los miles. Un viejo carpintero de la UTE le regala su chaquetón azul para cubrir su camisa campesina.
Con un cortauñas le cortamos un poco su pelo ensortijado. Y cuando nos ordenan confeccionar listas de los presos para el traslado al Estadio Nacional, también disfrazamos su nombre y le inscribimos con su nombre completo: Víctor Lidio Jara Martínez.
Pensábamos, con angustia, que si llegábamos con Víctor al Nacional, y escapábamos de la bestialidad fascista del Chile, podríamos, tal vez, salvar su vida. Un estudiante nuestro ubica a un soldado conocido, le pide algo de alimento para Víctor. El soldado se excusa, dice que no tiene, pero más tarde aparece con un huevo crudo, lo único que pudo conseguir y Víctor toma el huevo y lo perfora con un fósforo en los dos extremos y comienza a chuparlo y nos dice, recuperando un tanto su risa y su alegría, "en mi tierra de Lonquén, así comíamos los huevos". Y duerme con nosotros la noche del jueves, entre el calor de sus compañeros de infortunio y, entonces, le preguntamos qué haría él, un cantor popular, un artista comprometido, un militante revolucionario, ahora en dictadura, y su rostro se ensombrece previendo quizás la muerte. Hace recuerdos de su compañera, Joan, de Amanda y Manuela, sus hijas, y del Presidente Allende, muerto en La Moneda; de su amado pueblo, de su partido y de sus compañeros artistas.
Su humanidad se desborda aquella noche de septiembre. El viernes 14 estamos listos para partir al Nacional. Los fascistas parecen olvidarse de Víctor.
Nos hacen formar para subir a unos buses, manos en alto y saltando. En el último minuto, una balacera nos vuelve a las graderías. Y llegamos al fatídico sábado 15 de septiembre de 1973.
Cerca del mediodía tenemos noticias de que saldrán en libertad algunos compañeros. Frenéticos, empezamos a escribirles a nuestras esposas, a nuestras madres, diciéndoles solamente que estábamos vivos.
Víctor sentado entre nosotros me pide lápiz y papel. Yo le alcanzo mi libreta, cuyas tapas aún conservo. Y Víctor comienza a escribir, pensamos en una carta a Joan su compañera.
Y escribe, escribe, con el apremio del presentimiento.
De improviso, dos soldados lo toman y lo arrastran violentamente hasta una de las casetas de transmisión y por ello lo seguimos viendo. El oficial llamado el Príncipe tenía visitas, oficiales de Marina. Y desde lejos vemos cómo uno de ellos comienza a insultar a Víctor, le grita histérico y le da golpes de puño.
La tranquilidad que emana de los ojos de Víctor descompone a sus cancerberos.
Los soldados reciben orden de golpearlo y comienzan con furia a descargar las culatas de sus fusiles en el cuerpo de Víctor.
Dos veces alcanza a levantarse Víctor, herido, ensangrentado.
Luego, no vuelve a levantarse.
Es la última vez que vemos con vida a nuestro querido trovador. Sus ojos se posan por última vez sobre todo aquel pueblo mancillado.
Este es parte del relato de Navia que vivió las últimas horas de Víctor Jara.
Escrito por paskin, el Domingo, 15 de Junio 2008
NOTA:
EL ASESINO DE VICTOR JARA ACTUALMENTE TRABAJA EN EL MINISTERIO DEL TRABAJO BAJO EL AMPARO DEL GOBIERNO CHILENO, ORGANISMOS DE DD HH EN UNA GRAN MARCHA LLEGO HASTA EL LUGAR EN LAS AFUERA DEL MINISTERIO Y LO DEJO AL DESCUBIERTO EN DONDE LA MAYORIA DE SUS COMPAÑEROS DE TRABAJO DESCONOCIAN QUIEN ERA ESTE TIPO Y QUE NADA MAS NI NADA MENOS ERA EL ASESINO DE VITOR JARA EL HOMBRE QUE SE HACIA LLAMAR EL PRINCIPE Y UNOS DE LOS MAS SANGRINARIOS ES DECIR SE LE (FUNO) TERMINO QUE SE USA ACA EN CHILE PARA DEJAR AL DESCUBIERTO A TODOS AQUELLOS QUE DE UNA U OTRA MANERA PARTICIPARON EN TORTURAS O ASESINATOS EN DICTADURA Y QUE HOY DIA PASAN COMO CIUDADANOS EJEMPLARES.
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